Power Failure – Christianity in the culture of technology 

Albert Borgmann es un filósofo de la tecnología poco conocido en Europa. Intelectual católico, profesor de Filosofía en la Universidad de Montana ha escrito varios ensayos que valdría mucho la pena traducir al español. Aquí se quieren presentar las principales ideas de su obra Power Failure – Christianity in the culture of technology que se podría traducir como “Corte de energía- La cristiandad en la cultura de la tecnología”.

Borgmann define la sociedad tecnológica como la sociedad de la “gloriosa comodidad”. Para él, el centro del sistema social actual es la comodidad y la seguridad. Ambas se definen por la abundancia y la disponibilidad total a través de un consumo sin esfuerzos ni consecuencias. El valor de la tecnología se encuentra en extender sin fin los límites de lo disponible.

En un mundo que cambia a toda velocidad, las empresas saben que la anticipación es crucial. Los humanistas, por su síntesis de saberes, aportan un análisis integral de la realidad. Toman en cuenta todo tipo de factores para detectar los retos futuros y aportar así una visión de prospectiva junto a estrategias creativas.

Grado en Humanidades

En este contexto de abundancia, surgen la indiferencia y la falta de compromiso hacia los demás. Para Borgmann, las comodidades no sólo obvian el ejercicio de las capacidades mentales y físicas del ser humano, sino que además las repelen ya que, a no ser utilizadas, se atrofian y disminuyen. Cada uno se encierra en una “crisálida de autonomía” (cocoon of autonomy) en el cual vegeta con pasividad.

Por eso, Borgmann cree que es fundamental retar las normas tecnológicas de comodidad y seguridad porque esta creencia en la autosuficiencia aísla de la realidad. Al contrario de la virtualidad, la vida real se celebra a través de “la gratitud y el compartir, en la dependencia hacia los demás aceptada con agrado”.

Para llegar a concienciar a sus contemporáneos, Borgmann aboga por un papel activo de la Filosofía de la Tecnología. Esta tiene que examinar y exponer “la vacuidad parasita” presente en el centro de la cultura tecnológica. El reto para él es mayor: la creciente indiferencia espiritual está directamente ligada a la gran promesa de la tecnología de liberarnos por completo de todas las vicisitudes de la condición del hombre: hambre, frío, enfermedad… Al mismo tiempo habla de un nuevo tipo de intolerancia hacia lo religioso, “más implícita, difusa e insidiosamente perjudicial”.

Aboga por una respuesta cristiana positiva hacia el reto de la tecnología. Borgmann propone como respuesta una labor profunda de análisis de esos nuevos fenómenos sociales. “Quizás más allá de la superficie de la libertad y la prosperidad tecnológica, hay un cierto tipo de privación, y podemos esperar que una vez que entendamos la tecnología de forma más clara e incisiva, habrá Buena Noticia de nuevo.”

Plantea para ello el impulso de una teología de la tecnología que no sería otra cosa que una “descendiente de la teología natural medieval”. Así, pasando por la tecnología, la teología podría ser tanto una transformación como una continuación de la teología fundamental tradicional. Se trataría de, a través de la experiencia de la tecnología, profundizar en cuestiones y avances tecnológicos que son asimilados como evidencias por nuestra sociedad. La gran oportunidad de este inmenso trabajo sería permitir a los cristianos volver a comprender las palabras de Cristo desde una nueva perspectiva. Borgmann cree que “la experiencia de la tecnología puede despertar en nosotros una nueva potentia oboedientialis (potencia obediencial), una nueva capacidad de oír la palabra de Dios”.

La cotidianidad de la vida moderna escapa ampliamente a la atención y el escrutinio. Una teología de la tecnología tendría que descubrir y examinar sus patrones, estudiando sus consecuencias. De este estudio, emergía la visión interna del estilo de vida tecnológico que tiene para Borgmann “una característica intrínseca de incapacidad para la salvación, es decir, de vida integra”.

La vida integra surge de la convicción de que una teología de la tecnología tiene que ser una teología práctica donde se puedan crear espacios de vida nuevos para la vida cristiana. Antes de todo, entiende que la virtud de la fortaleza es la virtud clave en la edad posmoderna y que se ejerce en las cosas cotidianas. Borgmann propone, en este sentido, dos conceptos: focal thing y focal practice.

Focal Thing

Focal thing se refiere a una cosa material, un objeto concreto que requiere una “presencia dominante”, es decir, un esfuerzo o habilidad para usarlo como puede ser un instrumento de música. Borgmann apunta que la desmaterialización de las focal things es congénito a la tecnología.

Focal practice

Es la dedicación decidida, regular y normalmente comunitaria a una focal thing, como puede ser, para seguir con el símil, un concierto. De hecho, la celebración pública es para él, el corazón de la comunidad. La define como un compromiso alegre a través de una presencia física; es la manera en la que nos podemos encontrar de forma más profunda. Así, las comunidades activas y enfocadas (focused) superan a las comunidades pasivas y difusas.

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